jueves, 23 de diciembre de 2010

K-K siempre se identificó con el subterráneo

Demo del 22 de octubre del 2010

La historia empieza simple. Unos estudiantes de un colegio de Guayaquil quieren hacer una banda para participar en una feria de ciencias. Se reúnen a ensayar en un cuarto. Tapan puertas y ventanas con sábanas. No quieren molestar a los vecinos. La bautizan Spring Gardens. Teddy Jiménez, José Miguel Garzón, Carlos y Arturo Echeverría, y Daniel Patiño, que apoya de vez en cuando; tocan covers en fiestas, reuniones de panas y kermeses.

Después todo se complica. Jiménez piensa que con ese nombre les van tirar rosas en lugar de insultos y cervezas. Un concierto el 23 de mayo de 1995 en el teatro Chaplin -hoy Barricaña- marca la diferencia. Antes de salir a escena cambian el nombre a K-K. La gente los recibe entre risas y expresiones de burlas. Les gritan: “cagados”, “apestan a mierda”. Igual esa noche tocan versiones ajenas. Al final el público los acepta.

La piedra comienza a rodar. Es una roca que golpea duro. Jiménez dice que su vida en los barrios populares le curtió el espíritu. No hay por qué inventar nada. Todo está ahí como una realidad que no se puede eludir. Disimular. Se lanza con todo y escribe canciones crudas y rabiosas. Víctimas de la alta sociedad, No kiero autoridad, Kontrol, Puta sociedad, Desertor, Represión policial, Presión, Por huevadas, Loko, Rikos, Solución, Basta ya, Te apesta la trompa, Hartos ya, Maldita vida, No, Angustia. Faltan más, pero el mensaje se fue metiendo en cada concierto. Y quedó.

Ya no hubo fiestas rosas ni reuniones bobas. La banda entró en las profundidades de la movida subterránea. El underground, para los que prefieren el inglés. “La K representa el punk. Es algo fuerte. Parte de una ideología. Nuestra música es de todos, abre ventanas. Es un desahogo del callado. De aquellos que no tienen el valor de expresar lo que piensan”, dice Jiménez.

En el Puerto Rock de 1996 K-K despegó. Una vez conectada con el medio subterráneo, decidió conservar esa línea cruda de decir las cosas por medio de sus canciones. Jiménez en bajo y coros, Carlos Echeverría en guitarra y voz, Arturo Echeverría en batería y Javier Cabezas en guitarra y coros son los integrantes actuales.

Ya ni recuerdan la fecha en que grabaron su demo. Hoy su público lo considera un clásico. “Todo es por decir las cosas que vemos en nuestra sociedad”, remata Jiménez. “Hicimos Anikilados, Estado de excepción, Sin lugar; temas nuevos que sin lugar a dudas retratan la actualidad”, afirma.

K-K se define como una banda “contrera” a las órdenes y avisos de gente encorbatada, “...que piensa tener poder sobre todos los que conformamos una sociedad”. La banda recuerda que sus composiciones no se dirigen a ningún ser imperfecto que gobierne actualmente, porque los temas son hechos en versión pasado, presente y futuro. Sus integrantes están tranquilos porque consideran que pueden influenciar en la parte intelectual a las generaciones posteriores.

De sus experiencias repartiendo miserias, la que más recuerdan fue un intercolegial organizado por el ITV en el coliseo Voltaire Paladines. Esa tarde no se habían puesto de acuerdo con el repertorio; los hermanos Echeverría se pelearon y el baterista se fue. “Improvisamos con mi pana el gordo Cabezas, que siempre estaba en cada tocada y se sabía los temas; subimos a escena con él y destrozamos esa tarima”.

La gente presente reaccionó. Las sillas volaron. Las botellas también. Alguien cortó el sonido. Llegó la Policía, los bomberos. “Al día siguiente en la primera página de diario El Universo estaba la foto de nosotros y del público haciendo mosh”, recuerda Jiménez.

K-K siempre ha estado activa. Aclara que no tiene nada que ver con el grupo Desorden, que solo Carlos Echeverría toca ahí. La banda nació para compartir su energía. A veces no cobran, les gusta lo que hacen, lo que dicen y lo que intentan transmitir a su público.

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