jueves, 23 de diciembre de 2010

Las nuevas alternativas

Demo del 06 de noviembre del 2010


La excusa para crear una banda alternativa puede ser el aburrimiento que produce una forma de hacer música que se repite sin cesar y hasta el hostigamiento, y para colmo muchos creen que se trata de algo diferente.

Entonces las condiciones para que aparezca un grupo como Televisónica (Transporte) se hacen evidentes. Esta banda, que busca meterse en la cabeza de cualquiera que le dé una oportunidad y conseguir que Guayaquil se convierta en una ciudad más artística, no quiere fama ni fortuna. Desea un cambio general de pensamiento.

Nada sencillo es lo que pretende. Sin embargo, Televisónica va con su tiempo y con su aire. Con su música acústica, experimental, folk y rock. Con canciones como Oxidante (boy), Y, Gran olor (lados ocultos), 2 vasos de café.

Una propuesta que bien podría ser una broma porque, según el grupo, todo comenzó bien lejos de este mundo. Con apenas ganas de seguir viviendo, compraron una guitarra entre cinco, casi costó 45 dólares en 2002. Hay una historia que sirve para sumar risas con un par de profesores borrachos que les enseñaban el re, la, mi.

Después de unas cuantas clases con canciones del recuerdo, los integrantes comenzaron a escuchar las cosas, a dejarse llevar por el momento que aún no termina. Apareció la melancolía, los tonos grises, la depresión y la mala ortografía.

Todo para crear un grupo que no vuela con drogas, sino con cosas más apegadas a la realidad y la ficción. En una entrevista para gye-ind.ec confesaron que no les gusta mentir: “Somos amargos y no escribimos algo positivo porque no lo somos, ya hay muchos alegres, alguien tiene que hacer el trabajo sucio”.

La música de Televisónica es triste. Deprimente, desesperante, un poco escondida, tranquila. Jonathan Coronel dice: “Te puedes relajar si quieres, no es cuestión del estado de ánimo de la persona; es un poco misteriosa, sentimental y no muy saturada. Simple y sencilla, el corazón y las fantasías mandan. Hasta que mis sueños dejen de darme los sonidos y las cosas que veo… con cosas de este tipo, o cómo estoy cuando mi percepción es aguda”.

The Fonetics parte de los sonidos. La banda está caliente y recién llegada, ya que apareció a inicios de 2010. Un pensamiento fue el que dominó desde el nacimiento: hacer un grupo con sonidos bien establecidos.

La identidad de la banda está marcada con la cercanía al movimiento brit pop; el indie que tuvo su apogeo en los años 90 y con un repertorio bajo las influencias de grupos como The Libertines, Interpol, Oasis, entre otros, que despertaron en The Fonetics el ideal de hacer música y hacerse escuchar.

El nombre surge sin mayor trascendencia e importancia, simplemente de la fonética. Eso le sirve a los integrantes para entender mejor el lenguaje humano, y la idea de seguir esa tendencia. Los que dan vida a esta banda guayaquileña son Enzo Flores en guitarra, coros y efectos; Gonzalo Solórzano en voz y guitarra y Marcos Sollozante en batería. Las huellas del grupo dicen que Flores ya llevaba tres años tocando y explorando junto a Solórzano, quien con el tiempo descubrió el potencial de su voz.

El recorrido los llevó a afianzarse y crear canciones como Llévame, Sentimientos comparables, de la cual también hay un video, Visiones a ella y Pensar. Composiciones que han logrado colarse en la cabeza de la gente joven.

El proyecto Platinum surgió a inicios de 2009 con el objetivo de proyectar un género que buscaba ser diferente a lo que estaba sonando. Lejo Arias en voz, Joshua Ambuludi y Pablo López en guitarra, Álvaro Verdesoto en batería y coros decidieron poner en cada canción un poco de cada uno y sonar con su rock alternativo, punk y pop.

Con una maqueta ingresaron al concurso Garage Band 2009, donde Platinum quedó entre los mejores bandas con el tema No volveré a caer. Este fue el inicio de lo que se llamaría Pensamientos neutrales, disco que esperan colocar a mediados de 2011 y sumar con los temas Aquí y ahora, Señales y Horas, que ya están sonando.

K-K siempre se identificó con el subterráneo

Demo del 22 de octubre del 2010

La historia empieza simple. Unos estudiantes de un colegio de Guayaquil quieren hacer una banda para participar en una feria de ciencias. Se reúnen a ensayar en un cuarto. Tapan puertas y ventanas con sábanas. No quieren molestar a los vecinos. La bautizan Spring Gardens. Teddy Jiménez, José Miguel Garzón, Carlos y Arturo Echeverría, y Daniel Patiño, que apoya de vez en cuando; tocan covers en fiestas, reuniones de panas y kermeses.

Después todo se complica. Jiménez piensa que con ese nombre les van tirar rosas en lugar de insultos y cervezas. Un concierto el 23 de mayo de 1995 en el teatro Chaplin -hoy Barricaña- marca la diferencia. Antes de salir a escena cambian el nombre a K-K. La gente los recibe entre risas y expresiones de burlas. Les gritan: “cagados”, “apestan a mierda”. Igual esa noche tocan versiones ajenas. Al final el público los acepta.

La piedra comienza a rodar. Es una roca que golpea duro. Jiménez dice que su vida en los barrios populares le curtió el espíritu. No hay por qué inventar nada. Todo está ahí como una realidad que no se puede eludir. Disimular. Se lanza con todo y escribe canciones crudas y rabiosas. Víctimas de la alta sociedad, No kiero autoridad, Kontrol, Puta sociedad, Desertor, Represión policial, Presión, Por huevadas, Loko, Rikos, Solución, Basta ya, Te apesta la trompa, Hartos ya, Maldita vida, No, Angustia. Faltan más, pero el mensaje se fue metiendo en cada concierto. Y quedó.

Ya no hubo fiestas rosas ni reuniones bobas. La banda entró en las profundidades de la movida subterránea. El underground, para los que prefieren el inglés. “La K representa el punk. Es algo fuerte. Parte de una ideología. Nuestra música es de todos, abre ventanas. Es un desahogo del callado. De aquellos que no tienen el valor de expresar lo que piensan”, dice Jiménez.

En el Puerto Rock de 1996 K-K despegó. Una vez conectada con el medio subterráneo, decidió conservar esa línea cruda de decir las cosas por medio de sus canciones. Jiménez en bajo y coros, Carlos Echeverría en guitarra y voz, Arturo Echeverría en batería y Javier Cabezas en guitarra y coros son los integrantes actuales.

Ya ni recuerdan la fecha en que grabaron su demo. Hoy su público lo considera un clásico. “Todo es por decir las cosas que vemos en nuestra sociedad”, remata Jiménez. “Hicimos Anikilados, Estado de excepción, Sin lugar; temas nuevos que sin lugar a dudas retratan la actualidad”, afirma.

K-K se define como una banda “contrera” a las órdenes y avisos de gente encorbatada, “...que piensa tener poder sobre todos los que conformamos una sociedad”. La banda recuerda que sus composiciones no se dirigen a ningún ser imperfecto que gobierne actualmente, porque los temas son hechos en versión pasado, presente y futuro. Sus integrantes están tranquilos porque consideran que pueden influenciar en la parte intelectual a las generaciones posteriores.

De sus experiencias repartiendo miserias, la que más recuerdan fue un intercolegial organizado por el ITV en el coliseo Voltaire Paladines. Esa tarde no se habían puesto de acuerdo con el repertorio; los hermanos Echeverría se pelearon y el baterista se fue. “Improvisamos con mi pana el gordo Cabezas, que siempre estaba en cada tocada y se sabía los temas; subimos a escena con él y destrozamos esa tarima”.

La gente presente reaccionó. Las sillas volaron. Las botellas también. Alguien cortó el sonido. Llegó la Policía, los bomberos. “Al día siguiente en la primera página de diario El Universo estaba la foto de nosotros y del público haciendo mosh”, recuerda Jiménez.

K-K siempre ha estado activa. Aclara que no tiene nada que ver con el grupo Desorden, que solo Carlos Echeverría toca ahí. La banda nació para compartir su energía. A veces no cobran, les gusta lo que hacen, lo que dicen y lo que intentan transmitir a su público.

Ellos no son un prototipo

Demo del 15 de octubre del 2010


Hay que observar a Esputo Catatónico. Nada parece destruir ni conmover al trío que forman Manuko, Javier y Juan; así, sin apellidos. ¿Para qué más? Con ellos no hay adornos, solo punk del verdadero y con la actitud que ello implica, y rock, mucho. Casi todo lo demás sobra, molesta y estorba.

Las fechas no importan. O mejor dicho, “a eso no le paran bola”. Los escenarios tampoco. Sin embargo, hay una historia que empezó en Guayaquil, tal vez, a finales de 2004 o comienzos de 2005. Ellos dicen que todo arrancó con Manuko en voz y guitarra, Javier en el bajo y Juan en la batería. “Así tiramos nuestro esperma bucal en su momento”, confiesan. En medio hay un tiempo donde Manuko y Javier se conocieron desde niños -cuando tenían cuatro años- y compartieron alcohol, fiesta y desorden, que no solo sirve para la anécdota; fue un tiempo de aprendizaje y definición.

Una época para acercarse a La Polla Records y Eskorbuto, grupos punk del País Vasco español que marcaron el juvenil cerebro de estos tipos que luego se hicieron músicos. “Empezamos a escuchar el punk berraco y con harta fuerza. De ahí sacamos nuestra primera canción que se llama Sangre coagulada”, recuerda Javier.

Pero en justicia hay que aclarar que ellos querían hacer un grupo parecido a 2 Minutos de Argentina. Al inicio Javier tocaba la guitarra, Manuko quería la batería y Juan otra guitarra. La aventura siguió con un órgano al que le metían efecto de batería y una guitarra de palo; con eso hacían ruido.

Juan dice que desde la primera vez que se sentó a repartir golpes en la batería, comprobó que ese era su instrumento. Empezó sin saber absolutamente nada y luego le pidió a sus padres que le compraran una. La familia siempre lo apoyó.

Al principio nadie les prestaba atención, incluso los despreciaban. Reconocen que tocaban horrible, bien feo. “Éramos unos pelados con bastante resentimiento. Después del colegio nos íbamos a cantar en los buses para conseguir dinero para el trago”.

Este es el grupo que canta: “La delincuencia está planificada. La delincuencia no está armada. La delincuencia está uniformada”, en el tema Devastación.

También hay otros títulos para investigar: Puta vida, Degenerar, Víctimas, Nos inyectan, Cráneos reventados... una colección de la que, por supuesto, Esputo Catatónico está orgulloso.

Antes del nombre actual se llamaron Ver-Sacrum. Ensayaban en la casa de Juan. “Aquello era un desastre... pero muy elegante”, ríen a carcajadas. “Sin ninguno tener la más puta idea de cómo diablos tocar. Haciéndolo por necesidad. Necesitamos escupir la mierda que pensamos”, expresan.

En 2007 llega alguien a quien llaman Pedro; él se encargó de la segunda guitarra y compartieron algunas tocadas. Luego se va por un tiempo debido a circunstancias que no les interesa contar. Regresa en 2008 y el asunto se disparó sin control.

Lo dicen ellos: “Así, juntos, estos cuatro malparidos escupen su odio, morbo, adicciones y enfermedades. Somos los mismos que en 2009 por prostitución de aquellas palabras, las cuales no pertenecen a nadie, y deciden cambiar el nombre”.

Esputo Catatónico vive y toca punk. Descarga sus terribles ideas con fuerza. Musicalmente es un grupo donde no hay mucho para analizar. En su sencillo y casero demo, que se llama Entre détritos y basofias, se encuentra parte de lo que representa este grupo. Allí nada es complicado, ni los arreglos ni las letras. Lo único arriesgado es meterse en el mundo que propone.

The Ultimatum saca las garras

Demo del 3 de septiembre del 2010


La locura por hacer música empezó temprano en la vida de Adryän Peñaherrera (Mad Hardyan). Sin embargo, antes hubo otra pasión: el dibujo. En su infancia siempre estuvo corriendo para descubrir los secretos de un arte que atrapó a su padre José y a su tío Luis.

Esa pasión lo ha convertido en un excelso cultivador del cómic, tanto que junto a David Méndez (D-Mente) creó en 2009 la revista 9th Zone. Él se tira perlas y dice: “Es la mejor revista de cómics que haya parido Ecuador”.
“Nuestra música va dirigida a todos, sin discriminar raza, sexo o religión. Nos inspira lo que vemos en los medios...”

La música siempre estuvo presente, sobre todo el rock. Desde aventuras en grupos que duraron poco, como Pancho Negro, y otros intentos que dejaron más dudas que méritos en algunos compañeros de andanzas, Peñaherrera ha combatido, muy a su modo, desde la trinchera del metal. En ese combate perdió algunas batallas y ganó la más importante, porque ahora tiene su propia banda: The Ultimatum Tk.

En busca de los rastros de una historia que contiene algunos elementos impublicables, se llega a septiembre de 2006. Ahí empezó el desarrollo creativo junto a José Luis Padawan Sánchez y Javier Chochito Maldonado. “Ejecutábamos temas que sonaban más por la línea grunge y rock fuerte de garage con tintes hardcore, ¡una mezcla tremenda!”, dice Peñaherrera. En aquel entonces la agrupación se llamaba K-nha-mö.

Los años pasaron acompañados de los inconvenientes con los músicos, sobre todo porque encontrar un vocalista de calidad siempre fue una complicación.

En 2009 aparece Daniel DØD Bateman Torres con su poderoso bajo guitarra de seis cuerdas, quien le da ese compás contundente a cada canción. Más tarde llegó Reynaldo Chelas con su aguda voz para meter un ambiente más heavy-metal. Junto al melódico guitarrista David Lust Ludeña, la banda quedó completa para hacer desmanes.

Un cambio de estilo también llevó a otro nombre: Tenchu-fo, que Peñaherrera define como una especie de parodia a los grupos de j-pop y el anime, debido a que constantemente el grupo recibía invitaciones para tocar en convenciones de cómic y anime.

Sin embargo, por problemas personales, antes de que finalice 2009, Reynaldo abandona la alineación, dejando nuevamente ese “hueco maldito” que tantos conflictos ha originado en la banda.

Ante este inconveniente, el grupo cuelga un aviso en Internet solicitando un cantante. La respuesta llegó de parte de Xavier Brux Bruque, quien empezó 2010 aplicando su talento con Tenchu-Fo. Tiempo después Ludeña deja el grupo inesperadamente y su puesto lo ocupa el hermano del vocalista, Khristian Bruque o mejor conocido como Brux Brother II. Con ese personal la banda funciona hasta la actualidad, pero con su nuevo nombre: The Ultimatum Tk.

Peñaherrera explica que T es en honor a Tenchu-fo y K por K-nha-mö, respectivamente. “Ultimatum fue una resolución definitiva por emprender este reto de hacer música fuerte”, afirma.

La definición la hace el propio grupo. Este quinteto guayaco presenta una fusión “encebolladesca” muy agresiva basada en las tendencias de la música metal extrema de ayer y hoy, desde el death, grind, pasando por el hardcore, punk, la movida del metalcore, hasta incluso sonar, en sus temas suaves, a rock grunge y fuerte de garage.

La filosofía que describe sus letras son, en cierta forma, apocalípticas y autodestructivas; todo con la finalidad de la liberación del ser humano, que puede hacer poco o nada, ante tanta corrupción y opresión de un sistema que lo jode hasta la muerte.

Como por ejemplo la banda presenta Destroy, destroy, un tema que incita a la liberación del “yo interior” en su máxima expresión personal, de manera agresiva.

“Nuestra música va dirigida a todos, sin discriminar raza, sexo o religión. Nos inspira todo lo que vemos en los medios, lo que vivimos a diario, todo eso que hace de esta vida una auténtica bomba de tiempo sin conocer qué nos depara el destino”, dice Peñaherrera.

De a poco y con paciencia, fe y perseverancia The Ultimatum Tk avanza. Su anhelo es ser parte de los mejores carteles rockeros y metaleros a nivel local y nacional. Por esa razón está en pleno desarrollo de su primer demo, material inédito que ya tiene título MMXII: Hard & Light 4-All. “Un disco que tenemos planificado para finales de este año”, comentan.

Como parte del show extravagante de The Ultimatum Tk ha ingresado a sus filas Ojo Rojo, un alma que recorre las calles de Guayaquil en busca de algún destino para su vida.

La banda pronto meterá chicas en sus presentaciones, con el fin de que se conviertan en la sensación de la pista.

Prótesis llega desde Quito para provocar

Demo del 9 de octubre del 2010


Hace diez años se produjo el primer encuentro de algunos de los músicos que integran Prótesis. Los guitarristas Felipe Jácome y Santiago Jarrín mantienen la química y la amistad desde ese tiempo. Los otros amigos que participan en este proyecto son el baterista José Miguel Ruiz, el bajista José Antonio Álvarez, el cantante Haeckel Rivadeneira, y la recién llegada Jolynn Vallejo, quien suma en la parte vocal y coros.

La banda funciona con el nombre de Prótesis hace dos años. Ya tiene su primer disco listo y masterizado, sin embargo, sus integrantes están esperando el mejor momento para presentarlo oficialmente. La producción se llama Maquinaria melódica y tiene siete temas. Es un EP al que el grupo le está dando un tratamiento de disco grande. “Le estamos dando la importancia que merece”, dice Jácome. “No queremos descuidar detalles y tampoco estamos apurados”, asegura.

Intentando una aproximación al trabajo de Prótesis, se puede decir que su música es una forma de ver y entender la vida. Una propuesta donde siempre es necesario tener una opción. Como un molde que se adapta a la piel, o en este caso al oído.

“Queremos demostrar con nuestras composiciones y con lo que pasa dentro de la banda, que hay muchas cosas que suceden alrededor de las personas”, dice Jarrín.

Un concepto donde la música siempre es necesaria para la vida. La parte conceptual y la musical se fusionan en canciones que abarcan diversos tópicos y preocupaciones. Temas como Luces, Hombre bomba, Extintor y Juegos de poder son un claro ejemplo de trabajo profesional que apuesta por la provocación.

La banda maneja una estética audiovisual coherente con sus letras y sus composiciones contienen mucha textura y vida propia. Desde su visión, Prótesis se podría convertir en la música que la gente necesita para que su vida siga. “Ojalá que sea así”, arriesga Jarrín.

Si bien su trabajo es serio. Nadie debe dudar de que estos músicos cuando se meten al estudio también disfrutan.

“Jodemos y hacemos lo que más nos gusta, que es hacer música y rock and roll. Compartimos vivencias y gustos musicales de cada uno y nace una cuestión única que nos pertenece”, expresa Jarrín.

Ellos se reconocen como seres divertidos y profundos. La búsqueda de un nombre, después de haber participado en otros proyectos, los llevó a crear algo que esté acorde con lo que está pasando ahora. Tratando de buscar una palabra que defina esa búsqueda encontraron Prótesis.

Prótesis funciona más o menos con la idea de que el ser humano no puede dejar de vivir sin ciertas cosas que la ciencia y la tecnología le dan. “Es como cuando careces de un miembro, por varias razones necesitas una prótesis para que tu vida continúe más o menos normal”, manifiesta Jarrín. Aunque todo es una cuestión de alguna manera metafórica.

El nombre da una definición y una diversidad. Su propuesta mezcla melodía con música fuerte. Un trabajo donde la parte visual es muy importante. La música se vuela por el lado del rock, pero tiene su parte electrónica. La tecnología es la propia prótesis de la banda.

La banda tiene influencias de muchos géneros. Prótesis propone algo específico, pero los músicos que hacen el grupo tienen visiones diversas. Su propuesta es rica y amplia, con mucha carretera. En ocasiones es pop, otras veces es rock, algún momento es punk, otro metal. “Pero siempre es agresiva”, dice Jácome. “Es como una pelota que golpea permanentemente y no decae en su fuerza”.

“Como una banda de hard rock desde el aspecto musical y clasificatorio, pero desde esa base proponemos mucho más”, añade Jarrín.

La banda piensa que lo más difícil de hacer música es ponerte a pensar que vas a vivir de ella. Jácome y Jarrín opinan que el Ecuador lamentablemente no proporciona las condiciones ideales para hacerlo.

Consideran que todo ser humano debe sentirse retribuido o participar de una retroalimentación por las cosas que hace. “Es triste, pero vivimos en un orden en que esa retroalimentación es el dinero y eso es lo que te permite vivir. Debes tener dinero hasta para curarte una muela”, reflexiona Jarrín. “El momento sublime de la creación musical se da en el estudio y entre los panas”, afirma.

“Una banda podría existir ochenta años si sus integrantes solo se dedicaran a hacer música”, dice Jácome. Prótesis ya está en la escena y de ahí no piensa desaparecer.
Francisco Santana